Néstor Mir en un continente infinito
El prolífico artista valenciano se embarca en un nuevo viaje musical con la publicación de ‘Un Immens i Infinit Continent’ (Malatesta, 2020).
Dicen que el deseo de viajar es sintomático. Las ganas de iniciar un viaje, decidido en libertad y con el objetivo de llegar a un destino, indican la necesidad de un cambio, la aparición de un punto de inflexión que parece, en el mismo momento de decidirlo, solo superable mediante esa jornada que nos lleve a otro lugar, desconocido o no, que nos tiene que ayudar a reencontrarnos y a proyectarnos hacia un futuro mejor. Pero, ¿qué pasa cuando el viaje deseado es irrealizable? ¿Qué ocurre cuando todas esas ganas de cambio quedan constreñidas por la imposibilidad de recorrer el camino que ha devenido obsesión? ¿Qué se hace de toda esa energía vital? ¿Cómo reencontrarse uno mismo si no se encuentra un nuevo lugar donde asentarse y empezar de nuevo? ¿Qué hacer si el vacío entre el deseo y la realidad deviene un continente inmenso e infinito?
Y es precisamente este vacío, el abismo ante las narices, el motor del último trabajo de nuestro protagonista. Olvidando los ejercicios francófilos de juventud —De la Amour À la Abîme (Malatesta Records, 2006) / La Nuit Subatomique (Malatesta Records, 2009)—, dejando atrás los trabajos discográficos de la vida adulta de cantautor en castellano —La Disolución Doméstica (Malatesta Records, 2013) / La Batalla Vital (Malatesta Records ,2017)— y contemplando generosamente la negrura ante él, Néstor Mir ha seguido la senda comenzada por Home Gran (Malatesta, 2018) y da un paso significativo en su crecimiento como compositor de canciones y escritor de historias y se redibuja norteamericano vistiendo con la lengua de su madre una compilación de canciones directas, frescas y entretenidas, grabadas con el sonido actual de las mentes de Miquel Àngel Landete y Luís Martínez en los Little Canyon Studios y acompañado por una banda sólida y eficaz.
Las incitantes líneas de bajo de Pau Aracil (Arthur Caravan, Las Víctimas Civiles) añadidas a los inalterables ritmos de Juan Barcala (Cándida) y a los etéreos arreglos de los teclados de Amadeo Moscardó (Alondra Bentley) construyen el envoltorio pop eléctrico y evocador que permite que la guitarra y la voz de Nèstor Mir dibujen las melodías principales y proyecten historias que deben ser escuchadas. Nueve canciones a lo largo y ancho de 50 minutos que reconducen las ganas no consumadas, concretan la energía inquieta y exteriorizan el amor, la desesperación y las ganas de vivir una nueva edad adulta. El viaje, físicamente impracticable, ha devenido interior. Madurar, se dice.